El silencio se hizo presente cuando avanzó el dulce Nazareno del Calvario, sobre un monte de claveles se erguía elegante sobre su paso, que avanzaba con el único sonido del rachear de sus costaleros. Los bouquets de flores de la cornisa, elevaban la categoría de la elegancia.
Al golpe del llamador, la luz se hizo en el atrio de la ermita cuando La Amargura hizo acto de presencia. Sin duda, no hay nada más arrebatador que verla procesionar por sus dominios, su Barrio, el que la venera los 365 días del año. Elegante con flores en tonos rosa pálido y con toda su candelería encendida, la Amargura decía que, por derecho, ahí estaba Ella.
Recuperando el tiempo perdido, y con un susto por la lluvia, que intentaba hacer valer su papeleta de sitio, llegaron puntuales a la Carrera Oficial para, de manera fina, procesionaron frente a la concatedral sin girar los pasos, sólo Ella que, en un abrazo materno, lloró junto a los Infantiles que Rosario no pisara su plaza, pero ya lo hacía ella.
Un Martes Santo para recordar, solo Ella sabe qué pasará, una madre es la que sufre cuando riñen sus hijos, ayer se la veía algo más triste pero, a buen seguro, sabrá manejar la situación para, de manera fraternal, dar solución a todo.
«Que ni el viento la toque porque tiene pena de muerte el viento si la toca», el Calvario escribió, sin duda, una bella página en su ya dilatada historia.
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